Por Martín Porcel de Peralta
Elisa Carrió aspira a llegar a la presidencia de la mano de la Coalición Cívica, una alianza entre diferentes partidos y referentes sociales que no se basa en coincidencias ideológicas sino en un supuesto punto de encuentro ético anterior; en conductas preideológicas. Algo así como constituir la reserva moral de la patria.
Pasemos en limpio: son hombres y mujeres que se identifican en una forma de actuar no por su concepción política de las situaciones, sino por afinidad de valores que los hace pensar y ejecutar en el mismo sentido. Así las cosas, no importa más tener un pensamiento de derecha o de izquierda para encarar un problema de gestión. Todos los buenos y honestos tienen la misma forma de proceder, y por lo tanto, los pensamientos políticos quedan obsoletos.
Hasta ahí todo muy lindo, pero veamos un caso práctico. Hablemos de desocupación. Todos los dirigentes comparten la idea que hay que combatirla, por lo menos es lo que expresan en público. El dilema se presenta a partir del camino escogido para generar más empleo. Una opción liberal recomendaría flexibilizar las leyes laborales en favor de los empleadores que se verían en mejores condiciones para contratar más personal. Claro, a costa de que los empleados precaricen sus condiciones de trabajo.
En cambio, una opción de centroizquierda consistiría en estimular el aumento de la producción a través de ofrecer mejores condiciones para el desarrollo de Pymes. Se lograría descentralizar la producción y estimular la demanda de mano de obra, salvaguardando las conquistas obreras. Las opciones son bien distintas y los resultados también.
Ahora bien, ¿qué camino tomaría una coalición cuya amalgama es un conjunto de valores morales? La respuesta no es simple concebirla. Puede tomar cualquiera de los dos caminos. Es que con la moral solamente no se gobierna.
Incluso, salvando las distancias, cuando se actuó en nombre de ella se cometieron las peores atrocidades políticas, sociales y económicas. Sucede que ese tipo de discurso está emparentado con los elaborados por las distintas dictaduras que sometieron al país: Onganía, Lanuse, Levingston, Videla, Viola, Galtieri, Bignone constituyen algunos patéticos ejemplos de aquello.
Elisa Carrió aspira a llegar a la presidencia de la mano de la Coalición Cívica, una alianza entre diferentes partidos y referentes sociales que no se basa en coincidencias ideológicas sino en un supuesto punto de encuentro ético anterior; en conductas preideológicas. Algo así como constituir la reserva moral de la patria.
Pasemos en limpio: son hombres y mujeres que se identifican en una forma de actuar no por su concepción política de las situaciones, sino por afinidad de valores que los hace pensar y ejecutar en el mismo sentido. Así las cosas, no importa más tener un pensamiento de derecha o de izquierda para encarar un problema de gestión. Todos los buenos y honestos tienen la misma forma de proceder, y por lo tanto, los pensamientos políticos quedan obsoletos.
Hasta ahí todo muy lindo, pero veamos un caso práctico. Hablemos de desocupación. Todos los dirigentes comparten la idea que hay que combatirla, por lo menos es lo que expresan en público. El dilema se presenta a partir del camino escogido para generar más empleo. Una opción liberal recomendaría flexibilizar las leyes laborales en favor de los empleadores que se verían en mejores condiciones para contratar más personal. Claro, a costa de que los empleados precaricen sus condiciones de trabajo.
En cambio, una opción de centroizquierda consistiría en estimular el aumento de la producción a través de ofrecer mejores condiciones para el desarrollo de Pymes. Se lograría descentralizar la producción y estimular la demanda de mano de obra, salvaguardando las conquistas obreras. Las opciones son bien distintas y los resultados también.
Ahora bien, ¿qué camino tomaría una coalición cuya amalgama es un conjunto de valores morales? La respuesta no es simple concebirla. Puede tomar cualquiera de los dos caminos. Es que con la moral solamente no se gobierna.
Incluso, salvando las distancias, cuando se actuó en nombre de ella se cometieron las peores atrocidades políticas, sociales y económicas. Sucede que ese tipo de discurso está emparentado con los elaborados por las distintas dictaduras que sometieron al país: Onganía, Lanuse, Levingston, Videla, Viola, Galtieri, Bignone constituyen algunos patéticos ejemplos de aquello.
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