Parece que hasta Bush puede aprender de errores pasados. ¿Y qué error más grande que Irak? Con Irán, hoy el enemigo número uno de la Casa Blanca, vuelven a planear en Washington los halcones, republicanos y demócratas, pero los planes de acción son muy distintos a los de la Segunda Guerra del Golfo. Nadie lo ha dicho aún con todas las letras, pero ya pueden adivinarse los primeros pasos de una guerra de baja intensidad a lo largo y ancho de Medio Oriente.
El término “baja intensidad” no debería confundirnos, esto no significa guerra fría, ni enfrentamientos a pequeña escala; significa, simplemente, que uno de los contendientes de esta guerra no está dispuesto a asumir las responsabilidades del conflicto, por lo que lo pelea a través de terceros países. El ejemplo más claro de esta táctica bélica de Estados Unidos fue, justamente, el caso Irán-Contras, que estalló bajó la presidencia de Ronald Reagan, un conservador del que Bush también heredó el proyecto de Guerra de las Galaxias.
En aquel entonces Saddam Hussein era un amigo tan cercano de los Estados Unidos que éstos le financiaban su guerra privada en contra del régimen islámico de Teherán. Y sin embargo, eso no impidió que la CIA le vendiera armas también a los iraníes. Hipocresías y traiciones de lado, aquel dinero mal habido tenía, para los halcones de Washington, un propóstito elevado: financiar las guerrillas que se oponían al gobierno electo de Nicaragua, es decir, los Contras.
La guerra de Nicaragua se cobró miles de vidas y sumió al país entero en la pobreza, pero los Estados Unidos pagaron barato el costo de esta intervención. No como en Irak. El derrocamiento del gobierno nicaragüense se cobró la vida de pocos marines y tuvo un costo político mucho menor que los actuales escándalos que rodean la ocupación y eventual reconstrucción de Irak. Parece que Bush aprendió su lección y, repasando la historia imperial de su propio país, prepara para Irán un plan más elaborado.
63.400 millones dólares destinará la Casa Blanca a los enemigos de Teherán en la región. No para inversión productiva o ayuda económica, sino exclusivamente para la compra de armamentos: cuando la cuenta de muertos en Irak se acerca a los cuatro mil soldados norteamericanos, Bush ha decidido que tal vez sea mejor que otros países peleen sus guerras por él. Y los empresarios aplauden: porque en Irak mueren muchos marines, es cierto (y muchísimos más civiles iraquíes), pero se destuyen pocos aviones, tanques o barcos de batalla. Y a fin de cuentas, los negocios están en las fábricas de armamentos y no en los jóvenes conscriptos.
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